Nadie pudo oler tu humo,
dulce fragancia masturbando la noche de hielo, empañando los vidrios de los autos estacionados en la calle con el vapor que sale de tu boca cada vez que respiras.
Nadie sospecha de los universos que se esconden en tu s pequeños auriculares destartalados.
Las musas esta noche no te vistan,
te pican los pelos de la nariz
y fruncís el ceño
(un gesto tatuado deformando tu rostro)
Acumulas tics nerviosos y envases de cerveza por los que algún día pagaste una seña que nunca jamás volviste a canjear, porque siempre es igual: perder esos papelitos plastificados, pedacitos de cartón o tickets de maquinas registradoras identificadores de pesos que nunca jamás volverán a tus manos.
manos de violero
rockero
pajero
manos de macoña,
con olores de vaginas casuales en la punta de los dedos.
Trenes
que no se detienen en las estaciones
Bondis
que no frenan ante tu brazo elevado
Perros
que ya no te ladran
Sobretodo,
además,
el silencio:
el profundo silencio de tu adentro
labios sellados, inseparables
(días enteros sin hablar con nadie)
Entre miles de alarmas y miradas
las nuestras se cruzan
tejiendo un hilo invisible
que une
las constelaciones
de nuestras noches solitarias
(2008)
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